miércoles, 9 de enero de 2008

Un Ángel Nace A LA Muerte


Ella abrió sus perfectos ojos almendrados, de un color vivaz, del de su Alma, a la eterna luz de la que estaba rodeada continuamente. El blanco del infinito cielo parecía reflejarse en su blanca tez. Su desnudez hacía de esta escena celestial más pura y le daba un toque convencional.

El bello Ángel se incorporó, absorta aún en los mismos vacíos sueños llenos de dolor y amor por un lugar que nunca ha visto. Su agraciada figura se perdía a lo lejos en este lugar, que parecía tapizado de seres como Ella. Algunos se besaban, abrasados, otros reían, otros solo se miraban, pero todos sentían dentro de sí ese inexplicable sentimiento de felicidad. Todos menos Ella.

Suavemente movió la mano de su compañero, aquel que durmió junto a ella sosteniéndola para que viva, amándola como todo su ser de esencia pura, con toda su existencia. Él despertó y solo la vio, y sonrió levente, sintiendo eso que sentían todos, solo placer, solo bienestar, solo luz, siempre luz. Ella le respondió la mirada pero más no la sonrisa. Le acarició la mejilla, y los dos supieron que era una despedida.

Se levantó y parecía ser etérea, pues ni el aire se movió a su alrededor. Flotando suavemente fue allí, donde nadie iba por temor a caer. Brotó por los recónditos bordes de su inmenso cielo, y en ése lugar, el más oscuro margen de la vaporosa sustancia que llamaba piso, se asomó agachada, observando el prohibido lugar que llamaban Infierno.

Una pequeña lágrima se hiso presente. Sorprendida de esta nueva experiencia se tocó la majilla, donde reposaba la pequeña gota cual elixir concentrado de dolor, y repentinamente, sintió.

Miró esta tierra, su nuevo hogar, y al fin sonrió sumergiéndose en un nuevo cielo, donde la luz no la cegaba, donde había color, no inmensidad, donde había fallas, no perfección, donde había muerte, no eternidad, donde había vida, llanto, dolor, y donde al fin se sentía viva…

…CONTINUARÁ

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